La Investigación Clínica trata de los estudios en los cuales las intervenciones médicas se hacen de tal manera que los efectos que se obtienen están libres de parcialismo. La estructuración de los estudios clínicos exige explicaciones y aclaraciones absolutas de los factores que intervienen y la evaluación de los resultados. La investigación se encuentra en la vanguardia de la práctica médica basada en la evidencia. La investigación clínica por lo tanto es una permanente necesidad para lograr la excelencia médica. Para los médicos asistenciales, estar involucrados en actividades de investigación es un plus que califica su diaria tarea, ya que ella asegura una permanente actualización de sus conocimientos y habilidades.
Si la actividad mental es un sistema funcional complejo, que supone la participación de un grupo de áreas cerebrales que trabajan concertadamente (y algunas veces, áreas del cerebro muy distantes), una lesión y/o disfunción de cada una de estas zonas o áreas puede conducir a la desintegración de todo el sistema funcional, y de este modo el síntoma o pérdida de una función particular no nos dice nada sobre su “localización”. Un ejemplo de esto es el procesamiento de las emociones, el miedo, la ansiedad, el estrés, la depresión, donde las áreas que intervienen en su procesamiento son las mismas; entonces si intervienen las mismas áreas intentaré responder que es lo que hace que se desarrolle un trastorno u otro. Se dice a menudo, y con razón, que la ciencia progresa a saltos, según los éxitos alcanzados en el dominio metodológico. Cada paso cumplido por la metodología nos eleva un grado hacia un horizonte más amplio, desde el cual se revelan a nuestros ojos objetos que antes eran invisibles.
La cantidad de desastres aumenta cada año en el ámbito global. Esta tendencia está agravada por el cambio climático y el calentamiento global; ello induce a que la comunidad internacional advierta la urgencia de aumentar las acciones a nivel nacional y comunitario para reducir el riesgo, abordar la gestión de las vulnerabilidades y prevenir futuros desastres. Si bien es cierto que los distintos gobiernos y organizaciones parecen haber comprendido la importancia de reducir los riesgos y aumentar las resiliencias; poco o nada es lo que se ha hecho sobre la Gestión de Riesgos y la Salud Mental. Es imperioso abordar las necesidades psicológicas de todos aquellos involucrados, antes, durante y después de un desastre. Y esto es así ya que los desastres pasan, pero las “cicatrices de la mente” permanecen, generando un círculo de sufrimientos y pérdidas en individuos, familias e incluso en sociedades enteras, que perdura durante meses y años, saltando de una generación a otra (transmisión intergeneracional del trauma), sumando una carga emocional, psicológica, neurobiológica e incluso económica muy difícil de soportar.
Uno de los desafíos más importantes en la práctica de la clínica cotidiana en el campo de la salud mental, lo presenta el tratamiento de distintos trastornos durante el embarazo, el parto y la lactancia; no sólo por los posibles efectos teratogénicos sobre el neonato y/o los eventos adversos sobre la madre y el niño en el alumbramiento; sino también por los deletéreos efectos, en lo inmediato y largo plazo, que dichos trastornos pueden tener por sí mismos sobre la madre y su hijo.